Escrito por Paulo Ochoa Restrepo. Editado por Eduardo Cárdenas Echeverri.
En el artículo que publicamos recientemente en Etnológica sobre el trabajo en casa en cuarentena (https://etnologica.co/dinamicas-y-retos-del-trabajo-en-casa-en-tiempos-del-coronavirus/), ponemos en cuestión la productividad que trae esta oleada inusitada de trabajo en casa, contrastando el punto de vista de aquellos que se han visto beneficiados y que incluso afirman no desear “volver a trabajar en la oficina”, con el de quienes han encontrado diversas dificultades.
El plausible modelo de TELETRABAJO supone cuando menos, generar facilidades y otorgar autonomía al empleado buscando mayores eficiencias para la organización. Sin embargo, con el paso de estos meses, se hace más evidente que el trabajo que muchos están haciendo (o intentando hacer) desde el encierro de sus casas está muy alejado de dicho modelo.
En sintonía con muchos testimonios que hemos seguido escuchando, siento que vale la pena complementar la publicación mencionada con otros matices y razones psico-sociales que explican el desacomodo y las dificultades que viven o sienten muchas personas trabajando hoy desde sus casas. Los explicaré desde 4 frentes:
- ANTE TODO Y SOBRE TODO, ¡NO SON TIEMPOS NORMALES!
- LAS CONDICIONES DE TRABAJO EN LA CASA SUELEN SER MÁS COMPLEJAS
- LAS DINÁMICAS DEL TRABAJO EN LA EMPRESA, NO SE TRANSFIERE A UN COMPUTADOR
- SENTIRSE MÁS CONTROLADOS, HOSTIGADOS, TENSIONADOS
- ANTE TODO Y SOBRE TODO, ¡NO SON TIEMPOS NORMALES!
Estas condiciones, dificultades y ausencias que voy a analizar deben verse siempre bajo un contexto que complejiza aún más la situación y que algunos jefes y empleadores parecen olvidar. Estamos trabajando desde la casa por una situación completamente inusual, extrema y dramática: una pandemia que nos sume en la mayor crisis de la historia contemporánea.
Estamos obligatoriamente confinados desde hace meses con una incertidumbre que para muchos se vuelve angustia y miedo. Estamos viviendo de una forma completamente anormal: hay fragilidad, afloran debilidades, emergen comportamientos inusitados e incluso cuadros psíquicos graves, se generan tensiones en la convivencia, se resienten las relaciones. Se ha revolcado todo.
- LAS CONDICIONES DE TRABAJO EN LA CASA SUELEN SER MÁS COMPLEJAS
El análisis de las condiciones, bondades, limitaciones, complicaciones e improvisación que han debido sortear los empleados para realizar el trabajo desde la casa en estas condiciones de confinamiento ha sido ampliamente debatido y mediatizado. Ahí se destaca, entre otras situaciones:
- Limitaciones, incomodidad e improvisación con los espacios adaptados para trabajar, por ejemplo: iluminación y muebles inapropiados, falta de privacidad, obligación de compartir el espacio, estrechez, desorden, calor, etc.
- Limitaciones técnicas con los equipos, internet, datos, plataformas, software, etc.
- Distracciones y dificultad para concentrarse: interrupciones e interacción con niños, padres, pareja o demás miembros del hogar, ruidos de todo tipo, etc.
- Alternancia con todos lo roles en el mismo escenario: padre, hijo, pareja, roomie, trabajador, educador de niños, “entretén”, abastecedor, ama de casa, etc. Es reiterada la dificultad de:
- Encargarse íntegra y continuamente de los niños
- Pactar, administrar y ejecutar las múltiples tareas domésticas
Frente a este tema de intercambiar o de asumir nuevos roles, profundizo en este texto recién publicado en nuestro blog: https://etnologica.co/intercambio-de-roles-en-tiempos-de-cuarentena-un-intento-efimero/
3. LAS DINÁMICAS DEL TRABAJO EN LA EMPRESA NO SE TRANSFIEREN A UN COMPUTADOR
Los aspectos relacionados con la “ausencia física de la empresa” han sido quizás menos discutidos o valorados dentro del análisis de lo que enfrentan la mayoría de empleados que hoy deben ejercer sus labores desde la casa:
- Trabajo colaborativo: El espacio de trabajo en la empresa propicia la colaboración espontánea y constante entre compañeros, sin necesidad de agendar o citar una reunión. Esa interacción continua e intermitente con los compañeros, que a veces ha sido interpretada como inapropiada o improductiva, es determinante para sacar adelante el trabajo, inspirar y potenciar las habilidades conjuntas y generar ideas disruptivas que dinamicen las organizaciones.
- Además, es evidente la creciente acogida de múltiples formas de trabajar y construir en equipo como eje del diseño de experiencias. Quizás la virtualidad sustituya algunas prácticas, pero los espacios físicos cumplen un papel enriquecedor para propiciar la interacción en talleres, ejercicios de co-creación, gamificación, design thinking, elaboración de journey maps y todo tipo de trabajos de innovación.
- El estatus y la fuerza de la sede o edificio de la empresa: Una buena parte de los empleados aprecian y añoran las instalaciones de su empresa y el significado y bienestar que les proporciona: la sede, el diseño, el estatus, la comodidad de las oficinas, la existencia de aulas, salones, salas, pasillos, cafetines; los recursos técnicos y otras prestaciones (en algunas hay restaurantes, gimnasios, etc.)
- El ambiente de trabajo: muchos extrañan ese “ambiente” que puede trascender incluso el concepto de clima laboral. La interacción directa con los compañeros, la camaradería y las formas de colaboración o de apoyo in situ son determinantes en el desempeño y la motivación de los empleados.
- Por supuesto, más allá de una buena relación laboral, la interacción constante y las largas convivencias con los compañeros generan inevitables vínculos afectivos y lazos emocionales. Para buena parte de las personas, sus compañeros o equipos de trabajo se convierten en su principal círculo de amigos, con todo lo que ello implica.
- El ritmo de trabajo: cuando se comparte el espacio con el área o equipo de trabajo (compañeros, jefes, subalternos) también se configura, sin que seamos muy conscientes de ello, un estilo de trabajo colectivo que tiene sus normas, hábitos, rituales, señales, compromisos, estímulos y sanciones que propician -o presionan- el ritmo de trabajo.
Esos mecanismos ayudan a dimensionar las demandas de tiempo y dificultad de las tareas, la distribución de cargas de trabajo, la velocidad, las pausas y charlas informales, la variación o redistribución de tareas y, en últimas, la intensidad y extensión de las jornadas de trabajo. Para emular, adaptarse y prosperar en ese ritmo de trabajo colectivo ha sido determinante la presencia física que permite observarse, aprender, consultar, interpelar, exigirse, jalonar, relajarse, acelerar, etc.
Ahora desde la casa, en donde no tienen varios de esos mecanismos de referencia, muchos trabajadores se sienten perdidos, desmotivados, dispersos, desordenados, lentos, desconcentrados. No logran auto-gestionar adecuadamente un ritmo y una jornada individual de trabajo. Al final se pueden sentir igual o más agotados y probablemente más frustrados y temerosos.
- El placer -o necesidad- de ver y de “ser vistos”: el propósito de socializar va más allá de conversar y relacionarse amistosamente; muchos no lo dirán, pero quieren vestirse, arreglarse, lucir agradables o atractivos en el trabajo y con ello llamar la atención, ser vistos, impactar, atraer o simplemente agradar. No es raro que muchos se “esmeren por verse mejor” cuando van a ciertas reuniones o para citarse con ciertas personas. ¿Quién puede dudar de que la pinta, el estilo y la presentación personal es una forma importante de expresarse y de ratificar la personalidad?
- “Ir a trabajar” y no quedarse en casa: el solo hecho de cambiar y “descansar” de los otros espacios; la posibilidad de salir, cambiar o incluso “escapar” de la casa. A su vez, luego tienen esa sensación reconfortante de “salir” del trabajo y de llegar a la casa.
También puede verse como el ritual de abrir y de cerrar los ciclos rutinarios: salgo de la casa y empiezo mi día laboral; termino el trabajo y regreso a descansar al hogar. Algunos consideran que quedarse en la casa es aburrido, desesperante, inadecuado, inconveniente, etc. La misma dinámica aplica con el colegio o la universidad, con las visitas a la familia, con los paseos y viajes, con las salidas a “hacer vueltas”, etc. Esa alternancia de entornos es un ritual determinante en el equilibrio psíquico de las personas.
Quizás han notado que algunas personas dicen que les gusta “ir a trabajar”, con lo cual se refieren a ir, desplazarse, estar en otro lugar, imbuirse en un entorno de trabajo…. No necesariamente destacan el gusto por ejercer su labor, su cargo o su empresa sino, repito, el gusto por “ir a trabajar”. Ese desplazamiento al lugar de trabajo también puede representar, para algunos, otros placeres o gustos:
– El desplazamiento en sí: transportarse, manejar, viajar (que para algunos es una forma de abstraerse o relajarse)
– Disfrutar o aprovechar lo que ofrecen las zonas aledañas al trabajo: comidas, entretenimiento, deporte, compras, vueltas, servicios, etc.
4. SENTIRSE MÁS CONTROLADOS, HOSTIGADOS, TENSIONADOS
- La disponibilidad se extiende: a veces los jefes o colegas no establecen límites en las jornadas de trabajo o son desmedidos en la exigencia cuando los otros están en la casa. Se comunican e interactúan sobre cosas de trabajo a cualquier hora.
- No hay tal autonomía y confianza: En algunos casos, emerge un mayor control y los jefes o líderes están monitoreando o sistematizando en extremo el flujo de tareas y compromisos de sus colaboradores. Además, se apropian de las herramientas y opciones virtuales para ejercer mayor control sobre “lo que está haciendo” su gente.
- Está en juego la estabilidad laboral: Las empresas en crisis y los empleos en riesgo generan más tensión y preocupación por cumplir bien sus tareas, sin importar los límites de la jornada. Además, como no tienen una clara referencia del rendimiento de compañeros y colegas, se pueden sentir inseguros y rezagados, y de ese modo terminan en una dinámica competitiva que genera más tensión, estrés y agotamiento.
Acá un artículo breve y actualizado con un buen análisis sobre la forma en que se ha vivido el teletrabajo en España durante la crisis, publicado en el diario La Vanguardia: